Hematíes tumultuosos
como perlas de granada,
giran, rotan, caprichosos
en la cámara cerrada...
Y de pronto saltan, corren
como un río encañonado
cuando al lecho que se abre
cual saetas son lanzados.
Se deslizan en su plasma
hasta el capilar deseado.
Se aquietan y en su calma
dan su oro atesorado:
El oxígeno del aire
en la intimidad del Hem,
a la célula que espera
ya saciarse de su bien.
Y de oxígeno vacíos
de CO2 son llenados
y se tornan azulados
con el Hem ya reducido.
Van buscando, perseguidos,
esa cámara derecha.
Con el ansia de un respiro
van abriéndose una brecha.
Se abren paso al corazón,
siempre girando, agitados
y de nuevo son lanzados
por la bomba hacia el pulmón.
Y llegando hasta el alvéolo,
celda, luz, sustento, vida,
se aprovisionan del oro
y reinician la partida...
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