El sisear de tu aliento
con tu dolor silente,
con los brazos abiertos,
tus heridas ardientes.
Es tu grito callado,
de ojos desorbitados.
Tu silencio reclama
que Dios te ha olvidado,
que ya nadie te ama...
Tu horror me sofoca
y me embarga de pena...
Mientras te ato a la vida
con mañas y artificios,
yo le pido a la Muerte
que rompa tus cadenas.
¿Habrá alguien que entienda
tan terrible oración...?
¿Tendrá mi alma perdón?
No hay ninguna respuesta
y me quedo callada...
Tu dolor niño mío,
tu grito congelado
me recuerda al Cordero,
Cristo crucificado...
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