Una mañana fría de enero
en su caballo, crines al viento,
blanco, con alas, como en un cuento
llegó de lejos un caballero.
Tiene en los ojos la noche oscura
y en su negrura brillo de luna.
Su ancha espada de acero, pura,
blande en su diestra, brillan sus runas.
No trae alforjas, joyas, riquezas,
solo sus ansias y sus recuerdos.
Busca un refugio para sus sueños,
para la boca que en ellos besa.
Busca a la Muerte y no la encuentra,
esa que un día cortó su flor,
cáliz de fuego, su luz, su amor,
e hizo en su alma la noche eterna...
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