El horizonte, borroso a lo lejos,
se mezcla con el cielo, entre vahos azulinos.
El viento escribe con las nubes un cuento
y lo borra constantemente
para escribir otro nuevo.
A mis espaldas el coloso se levanta.
Su inmensa sombra negra
a veces me embriaga,
a veces me espanta.
El volcán se sube su falda de piedra
y desnuda su alma de fuego.
Sus brazos ardientes de lava
abrazan la tierra, la dejan hirviente.
Arrastran la maleza
como el viento a las nubes
y escriben también
un cuento de amor en su camino.
El viento, voluptuoso,
cambia de nuevo el rumbo
y trae consigo el hálito hirviente del volcán
que me azota el rostro dejándome encendida.
Tan solo un par de metros
me separan de la lava ardiente
y es casi insoportable su calor.
Recojo un trozo del corazón de la tierra
entre mis manos.
Es casi mística la sensación
de pertenecer a este momento fascinante.
Todo ha cambiado.
El paisaje jamás volvéra a ser el mismo.
Me siento parte de esta tierra
hermosa y cambiante
que ya no es lo que fue hace un instante,
quizás porque yo tampoco
volveré a ser la misma,
aunque nada lo delate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario