Me agazapo como fiera
al acecho de tu sombra.
Me deslizo lentamente
camuflada en el tiempo.
El espacio que me falta
es tan solo aparente.
Tú, paciendo en la distancia,
ya no oteas en el viento,
no sea que te des cuenta
de este peligro inminente,
de la garra que te afrenta,
del deseo que se cierne...
Vas y vuelves, distraído
como si no lo supieras.
Para librarte de culpa,
como si no lo quisieras.
Si me abalanzo, tu cuello
expondrás sin reticencias.
Tus ojos de ciervo herido
se cerrarán sin conciencia
y te creerás salvado
por estar desprevenido
a tu entera conveniencia.
Pero... ¡No! ¿Sabes? No hay caso.
Nos toca la misma suerte.
Y tú seguirás mis pasos
cuando te abrace la muerte.
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